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Las investigaciones educativas ponen de manifiesto la correlación que existe entre un ambiente sereno en el hogar y el desarrollo saludable del niño. Un niño que viva en un hogar donde se produzcan frecuentes discusiones, gritos, castigos o caos generalizado, no es un entorno favorable para el aprendizaje, ya que, para que éste se produzca requiere de momentos de reflexión, orden, silencio y sobre todo un mínimo de tensión, estrés o angustia. En el mismo sentido Long, Gurka & Blackman (2008) plantean las relaciones entre estrés parental y problemas comportamentales y de lenguaje en niños preescolares, familias con hijos con discapacidades, trastornos del lenguaje, autismo o problemas comportamentales, presentan mayores niveles de estrés y esto afecta, a su vez a la conducta parental.
Hace referencia a las rutinas y órdenes secuenciados en general de la familia. Nos referimos a la capacidad de estructura temporal, horarios que en general la familia imprime en su hogar, desde horas aproximadas para levantarse, comidas, horarios prudentes de acostarse los hijos, tiempos de tv, tiempos de ocio y salidas, tiempos para la higiene... Los niños necesitan seguir una rutina para sentirse seguros y tranquilos en su ambiente. Esta rutina establece horarios, pero además Los hábitos repetitivos ayudan a construir un equilibrio emocional, que les proporciona un mecanismo importantísimo para su educación y para la construcción de su personalidad.
De la combinación de las variables asociadas a las prácticas de crianza: control, implicación afectiva y comunicación, por medio de las cuales, los padres controlan la conducta de sus hijos, se identifican los diferentes estilos educativos. En nuestro caso, nos centramos en dos extremos.
El estilo autoritario por el que la familia sigue un modelo rígido, donde la obediencia se considera una virtud, se mantiene la tradición y el orden, se utilizan castigos como medidas educativas, no siempre se explican los motivos de las actuaciones, por lo que en el alumno se puede observar un diálogo que puede ser escaso, falta de autonomía, espontaneidad o iniciativa, conductas hostiles, poca tenacidad para alcanzar metas, y pobre interiorización de valores morales.
Por el contrario el estilo permisivo se caracteriza por unos padres que eluden la restricción o el castigo, no establecen normas, relajan las expectativas sobre la madurez y la responsabilidad, toleran los impulsos de los hijos y se valora poco el esfuerzo personal. Los alumnos con padres que siguen este modelo suelen desarrollar efectos socializadores negativos, conductas agresivas. Aunque los alumnos aparenten gran vitalidad y alegría pueden ser dependientes (poco autónomos) con bajos niveles de madurez y éxito personal.
El proceso de socialización-educación familiar no responde a una secuencia lineal de prácticas educativas primero ejecutadas por los padres y luego interiorizadas por los hijos, sino más bien, a un proceso multidireccional por lo tanto, con influencias recíprocas. En este modelo, es de particular interés las actividades y relaciones que se promueven en la cotidianidad de la vida familiar. Es decir, las rutinas y experiencias que son apoyadas y promovidas por los padres. Cada familia desarrolla un “curriculum educativo” que corresponde al “conjunto de conocimientos, destrezas, actitudes, valores y normas de conducta que se van adquiriendo mediante la participación en procesos de enseñanza-aprendizaje con los miembros de la comunidad familiar”. La motivación de los padres, en la interacción con los niños y niñas condicionan su actitud en las actividades que comparten.
La autonomía es una capacidad importantísima en la competencia aprender a aprender. La capacidad para ser autónomo y resolutivo nos permite realizar diferentes acciones con criterio propio, con iniciativa. Además pone de manifiesto una tendencia para seguir normas y convenciones sociales. Esta capacidad nos lleva a una buena disposición, a indagar, buscar información, argumentar ideas propias, buscar recursos e incluso generarlos. Para que se desarrolle la autonomía en los hijos, los padres deben fomentar una actitud de autoridad respetuosa, donde se impriman conductas sociales y normas, a la vez que permitir y “dejar al niño hacer por sí solo ciertas cosas propias de su edad”, así como, asumir ciertas responsabilidades o tareas del hogar. Por lo que tendremos que observar si las familias obtienen unas puntuaciones bajas, de dependencia, ya que en esta situación, los padres están fomentando con ciertas actitudes un nivel de dependencia en los hijos, limitando así su capacidad creadora o de búsqueda de recursos para el fomento de su propio aprendizaje.
Durante la infancia, el desarrollo de la autorregulación emocional ha sido caracterizado como la transición de una regulación externa dirigida mayormente por los padres o por las características del contexto (Apoyo Emocional ALTO)-, a una regulación interna, - caracterizada por una mayor autonomía e independencia-, en la que el niño interioriza y asume los mecanismos de control. El cambio en este sentido es un proceso activo en donde resulta muy importante la propensión innata del organismo a convertirse en autónomo con respecto a sus diferentes ambientes (Grolnick, Kurowski y McMenamy, 1999).
Los psicólogos del desarrollo también se han interesado por averiguar las causas del desarrollo de la autorregulación. En este sentido, se han identificado factores de origen endógeno, donde resulta de especial relevancia la maduración de las redes atencionales; con respecto a los factores exógenos, se ha destacado el papel fundamental de los padres como guías del proceso de desarrollo de sus hijos.
La satisfacción que tenga la familia con la escuela, así como mantener una única dirección relacionada con unos objetivos o principios educativos comunes es fundamental para el aprendizaje de los alumnos. Una familia descontenta con un docente o con una escuela, implica una disociación en los referentes del alumno, y por tanto, cierta desautorización del docente o de la institución escolar. Si esto se produce y el alumno permanece en la escuela, la capacidad de intervención educativa del centro se verá limitada afectando seriamente al desarrollo del alumno por tener pautas educativas dispares entre ambas instituciones.
La participación de las familias en la escuela o, con la escuela, permite desarrollar con los educadores y la comunidad en general, una interacción efectiva que facilita una mejor comprensión de los diversos puntos de vista, la formulación de metas comunes para los alumnos (como ya hemos mencionado anteriormente en el apartado de Satisfacción) y una comprensión de los esfuerzos, así como el papel de cada uno de los actores del proceso educativo. Estas interacciones facilitan el intercambio de información que se precisa para mejorar las escuelas y crear experiencias de aprendizaje efectivas. Si observamos que una gran parte de las familias se sitúan en una participación pasiva.
Nos referimos a la calidad de las interacciones que se produzcan entre padres y escuela. La familia puede tener la sensación de apenas haber comunicación, bloqueada a pesar de que se produzcan encuentros, tutorías o reuniones.
Con esta variable nos referimos a las expectativas educativas que tiene la familia de la escuela para con sus hijos y si delega o no en exceso las tareas educativas en ella. Unas expectativas severas nos indican que la familia no sólo tiene unas altas expectativas en la escuela, sino que delega gran parte de la labor educativa en ella, entendiendo que son funciones propias de la escuela únicamente. En ocasiones, para algunas familias, la escuela debería cubrir incluso ciertas áreas propias de la familia (cuidado y atención a niños), y sienten que existe una disociación entre las dinámicas familiares, escolares y laborales, empezando por los horarios.
Las familias pueden apoyar con diferentes acciones el aprendizaje académico y curricular de sus hijos. Para ello deben concurrir varias condiciones como conocer qué tareas está realizando el hijo en la escuela, tener cierta formación académica y saber cómo ofrecer alternativas de aprendizaje.
*Este indicador se evalúa únicamente en el cuestionario dirigido a padres de alumnos de Bachillerato.
Las actividades extraescolares pueden ser muy beneficiosas para el desarrollo, o por el contrario, perjudiciales, dependiendo del tiempo que se las dedique, de la motivación y de la variedad. Estas actividades deben ser contempladas como un complemento, profundización, especialización o hobby a la labor realizada en el hogar y en la escuela. En este caso si nos encontramos con puntuaciones bajas centradas en los padres quiere decir que estas actividades son elegidas en función de los propios intereses paternos (sea por compatibilidad de horario, sea por formación) pero sin apenas tener en cuenta los intereses o motivación del hijo para su realización.
Se analizan cómo son las diferentes actividades que se desarrollan tanto en el hogar como fuera de él (extraescolares, actividades de apoyo al estudio o actividades de ocio. Se diferencia entre tipología lúdica-instructiva de actividad y pragmática-controladora.
*Este indicador se evalúa únicamente en los cuestionarios dirigidos a padres de alumnos de Bachillerato, Secundaria y Primaria.
El ocio de los alumnos y el ocio familiar también son aspectos muy relevantes en el desarrollo y en aprendizaje. El descubrimiento del entorno es uno de los objetivos curriculares para la etapa infantil y por tanto hay que prestarle cierto interés. En algunos contextos, se ha debatido incluso, que aprender a tener un ocio saludable, forme parte de alguna materia escolar. Interesarnos por el ocio de nuestros alumnos permite un acercamiento en la relación profesor-alumno, además conocer determinadas características del alumno y alguna fase de su desarrollo evolutivo. El ocio varía mucho dependiendo de la edad, claro está, pero sí podemos identificar si es un ocio pasivo más próximo al juego aislado, ver la TV, jugar a videojuegos (independientemente de alguno de ellos puedan resultar muy educativos) o un ocio más activo visitas a teatro dirigido a infantil, hacer excursiones, pequeñas rutas de senderismo, granjas escuelas, etc. En este caso tendremos que centrar nuestra mirada en aquellas familias que tienden a un ocio pasivo, porque limita el desarrollo, el interés y la motivación por el aprendizaje para la vida.