2. Indicadores
Conoce los indicadores que analizamos en esta prueba.
Gestión del estrés familiar
El concepto “estrés” fue acuñado por Hans Selye, quien asoció este término con el Síndrome General de Adaptación (GAS, por sus siglas en inglés).
Uno de los aprendizajes más importantes en el mundo actual es la gestión adecuada del estrés, pues la mayoría de los desajustes emocionales, sociales y físicos están relacionados con el nivel de estrés en una persona.
Cualquier situación nueva tiene una carga potencial de tensión que, si se alarga o se intensifica, puede afectar en el funcionamiento intelectual, emocional y en la salud de una persona.
Los principales activantes del estrés son:
El cambio
La interrupción
La indefensión
El conflicto
En esta situación que estamos viviendo a nivel mundial, ya están presentes el factor 1 y 2. Debemos prepararnos para evitar el paso por el factor 3 y 4.
Por otra parte, la emoción del miedo juega un importante papel sobre la respuesta de estrés. Ante una situación novedosa o desafío, la falta de recursos —reales o percibidos— preparan el terreno del miedo, por lo que el cerebro secreta inmediatamente el cortisol, la hormona del estrés, que activa los recursos para atacar, huir o paralizarse; emitiendo así respuestas agresivas o pasivas. En este mismo sentido, podrán aparecer la irritabilidad, la impaciencia y los sentimientos de culpa por no controlar la ira o los cambios de humor.
Tal y como se ha descrito, esta situación que estamos viviendo es una potencial situación de estrés para todas las familias y, dependerá de nuestra capacidad para gestionar el estrés, las condiciones con las que afrontaremos estos momentos.
Gestión del tiempo y del espacio
Los dos ejes de la existencia humana son el espacio y el tiempo. Si nos extraviamos en cualquiera de ellos, nos sentimos “perdidos”. Por esa razón, la seguridad parte de la certidumbre sobre el conocimiento y ubicación en ambos ejes.
El confinamiento obligado e ilimitado que estamos viviendo trastorna los dos ejes de nuestra existencia y, por lo tanto, la primera experiencia es de sorpresa e incertidumbre: nos sentimos perdidos. Las emociones derivadas de este sentido de extravío son el miedo y la ira. Cuando estos sentimientos afloran en una familia, se observará la irritabilidad, la impaciencia y la intolerancia. En segundo lugar, aparecerá el aburrimiento, como una existencia desprovista de sentido (no saber “por qué” o “para qué” es la vida); nuevamente, pérdida de ubicación.
Esta es la situación a la que estamos expuestos. Nuestras actividades diarias nos organizan el tiempo y el espacio: tenemos horarios de trabajo, descanso, comidas, vacaciones; sabemos dónde realizar cada actividad de la vida diaria. Sin embargo, ahora ha desaparecido el andamiaje y tenemos que estructurar de forma autónoma nuestro tiempo y espacio: éste es el reto que tenemos entre manos. Es inédito y con poco tiempo para aprender.
La palabra rutina ha adquirido en muchas mentes un significado parcial y, a veces, negativo. Sin embargo, es el establecimiento de un ritmo, el factor que nos permite hacer predecible la vida y, por lo mismo, segura. La naturaleza opera sobre la base del ritmo y la rutina; por eso nos sentimos seguros. Cualquier cambio imprevisto despierta las alarmas y provoca miedo.
El respeto al ritmo de la vida forma hábitos o patrones de conducta, que operan en automático y nos protegen del caos. Cuando no tenemos el andamiaje externo del tiempo (trabajo, colegio, obligaciones, rutinas) tenemos que formar los hábitos personales que favorecen la autonomía personal y facilitarán el respeto a los ritmos de la vida.
Dado el tiempo de los niños y adolescentes, su autonomía moral es frágil y pueden perder los posibles hábitos positivos en muy poco tiempo. El período de confinamiento pone a prueba la solidez de los hábitos de toda la familia. Seguramente, será necesario mantener un andamiaje externo, propuesto por los padres.
La disciplina está siempre presente en el respeto a los ritmos de la vida. Nacemos en el caos y, gradualmente, vamos evolucionando hacia el orden. Otra forma de analizar este principio de evolución es: partimos del principio del placer (“me gusta”-“no me gusta”) y la educación nos permite avanzar hacia el principio de la realidad (“es conveniente”, es necesario”). El verdadero adulto está dirigido por el principio de la realidad. El principio del placer reduce al caos.
El respeto a los horarios será uno de los indicadores más fiables del nivel de autodisciplina que los padres han desarrollado en sus hijos/as. Sin este regalo, los niños/adolescentes tendrán serias dificultades para enfrentar un mundo cada vez más competitivo y exigente. Existe una selección natural: los más fuertes sobreviven, los débiles desaparecen. A nivel psicológico y social, el criterio de supervivencia lo marca el carácter y su ingrediente principal: la autodisciplina.
Este período de convivencia es también una oportunidad para regalar a nuestros/as hijos la herramienta clave de su éxito posterior.
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