➡️8. Condiciones para un buen aprendizaje
La situación de confinamiento derivada de la pandemia que estamos viviendo a conlleva a que el 100% de la carga escolar se asuma en el hogar.
Última actualización
La situación de confinamiento derivada de la pandemia que estamos viviendo a conlleva a que el 100% de la carga escolar se asuma en el hogar.
Última actualización
Los centros educativos se están adaptando desde sus posibilidades, pero en cualquier caso está recayendo el peso de la adecuada consecución del estudio y las tareas escolares sobre el contexto familiar. Por ello es especialmente importante en estos momentos, reflexionar sobre los condicionantes más relevantes para el buen aprendizaje.
El desarrollo de las habilidades de aprendizaje requiere de una adecuada metodología de estudio para que se dé el resultado esperado, así como de la actitud y motivación con la que se afrontan las tareas.
Este planteamiento suele despertar mucha controversia. Algunos padres dejan que sus hijos/as crezcan como yerba silvestre, suponiendo que todo el aprendizaje es automático; otros se involucran exageradamente y el hijo/a no tiene espacio para un crecimiento autónomo y para la formación de la responsabilidad; el tercer grupo de padres con actitudes negativas es el que entrega la responsabilidad total del aprendizaje a la escuela. Lógicamente, la actitud aconsejable es la que se refiere a la corresponsabilidad de la familia y la escuela en el aprendizaje, con la prioridad asignada a la familia.
Además de ser una forma de aprendizaje, obedece a ciertos patrones que deben ser conocidos y utilizados por los adultos. Muchas veces se ha cuestionado la necesidad o, incluso, la oportunidad del trabajo escolar en casa. La comprensión de un tema de aprendizaje debe darse en el aula y el maestro es el responsable de que los alumnos dominen el tema; la tarea sirve para reforzar el aprendizaje ya logrado y es muy conveniente que se asignen ejercicios para la práctica de puntos trascendentales en una asignatura. Ciertamente, también el tiempo estimado para los deberes es importante a fin de que los alumnos tengan la oportunidad de otras actividades educativas y diversiones. Con frecuencia se observa un exceso de ejercicios que no aporta casi nada al aprendizaje porque son repeticiones mecanizadas que sólo agotan a los alumnos y desgastan los objetivos de las tareas.
Dicho estilo sigue pasos predecibles y de él depende la eficacia y rapidez en la asimilación de conocimientos. Los padres deberán conocer el estilo de aprendizaje específico de cada uno de sus hijos/as para ahorrar tiempo y energía.
Sin esta característica no puede haber éxito en el aprendizaje. Este factor, por sí solo, puede cambiar notablemente los resultados académicos, pues la mayoría de los alumnos pretenden estudiar sólo cuando están presionados por estar en la antesala de un examen o de un trabajo urgente. Ya sabemos que la tensión mina considerablemente la capacidad de aprendizaje del cerebro, lo cual ya sería suficiente para validar el estudio sistemático y no sólo en vísperas de los exámenes; además, el volumen de información que debe procesarse suele superar las posibilidades reales de tiempo, sobre todo si los contenidos no están bien comprendidos.
Es ilusorio querer motivar a niños o adolescentes con palabras. Los adultos deben subsidiarios en la formación de los hábitos. A esto se le llama disciplina. Todas las habilidades intelectuales desarrolladas y los mejores hábitos de estudio son insuficientes para lograr el éxito sin la intervención constante de la disciplina; los padres no pueden esperar que esta actitud se forme automáticamente: antes de esperar la autodisciplina debe existir la disciplina firme, sistemática y afectuosa por parte de los padres.
También sigue reglas de funcionamiento, según los estilos de aprendizaje de cada persona. No es posible sólo depender de las órdenes que damos a nuestros hijos para que mantengan la atención, sino que debemos aplicar los conceptos ya estudiados sobre el desarrollo de la atención, como habilidad cognoscitiva.
No existe ningún método mágico. El éxito es el resultado de trabajo sistemático e inteligente que, sobre todo al principio, resulta especialmente exigente. Pero, es necesario pagar el precio. No podemos decir que exista un mejor método de estudio, sino que cada persona debe estructurar un camino individual basado en las características intelectuales, emocionales y evolutivas.
El mundo infantil cambia a un ritmo muy acelerado. Así como su cuerpo se desarrolla constantemente, su mente evoluciona sin que, muchas veces, lo advirtamos. La evolución intelectual sigue por etapas predecibles y con características bien definidas que deben orientar nuestras intervenciones en la metodología del aprendizaje. En cada etapa el niño evoluciona de la dependencia a la autonomía y del pensamiento concreto al pensamiento abstracto.
La primera etapa crucial en el desarrollo del niño se fundamenta en una relación biológica, emocional entre el niño y su madre. Muchos de los problemas relacionados con el trabajo académico tienen sus raíces en el deficiente vínculo materno-infantil: si un niño no recibió la protección materna adecuadamente, rechazará al maestro como mentor. Muchos otros vínculos dependen de la primera relación que establece un patrón, muchas veces para toda la vida.
En esta etapa lo niños aprenden a través de sus cuerpos: el tacto es más efectivo que las palabras; esta característica obliga a propiciar métodos de aprendizaje basados en el movimiento, en la manipulación continua de materiales y el desarrollo perceptual motriz. El niño necesita explorar jugando y tener acceso a investigar lo más que sea posible el mundo que le rodea. Cuando no lo hacen, tendrán posteriormente problemas de aprendizaje.
Los hemisferios cerebrales todavía no tienen especializadas sus funciones, y la excesiva instrucción verbal puede distorsionar la adecuada división y especialización de funciones por la falta de estimulación adecuada. La verbalización implica un alto nivel de abstracción, para la que no está preparado el niño.
Joseph Chilton Pearce llamó a esta etapa "la más grandiosa etapa de la infancia... cuando se logra un perfecto balance entre el cuerpo, la mente y los sentimientos".
De los 4 a los 7 años los niños son más intuitivos que en años posteriores, la fantasía es potente y todos los aprendizajes deben estar envueltos en la magia para que sean asimilados. El niño mágico tiene poco sentido del tiempo, está centrado en el presente casi por completo. Su ego está en expansión y por esta razón, exagera y alardea. No piensa lógicamente, pues procesa elementos en forma concreta. En esta etapa la televisión puede hacer corto circuito con la imaginación del niño, bloqueando su desarrollo posterior.
En este período el niño se convierte en un coleccionista de datos; adquiere las habilidades específicas del hemisferio izquierdo (comparación, contraste, clasificación, definición, secuencia). Adquiere el sentido de la secuencia temporal, aunque con serias deficiencias de cálculo de tiempo-trabajo. Todavía necesita experiencias de tacto durante este período, sobre todo para conceptos aritméticos (fracciones, operaciones aritméticas).
Se orienta al idealismo y ve al mundo en forma polarizada (bueno/malo). Disfruta los procesos de causa-efecto y el pensamiento deductivo. Esta es la etapa para enseñarle el pensamiento deductivo-inductivo y divergente-convergente.
En el proceso de formar su personalidad, rechaza las ideas de padres y maestros mediante generalizaciones y estereotipos. Es muy importante que se pueda relacionar con adultos que no representen amenaza para este proceso de crecimiento.