🔵Proceso de evaluación: oportunidad y diagnóstico
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El presente documento tiene el objetivo de ayudar a reflexionar sobre el papel de la evaluación dentro del proceso de aprendizaje de los estudiantes y, más específicamente, sobre la aplicación de pruebas en los estudiantes de los primeros cursos de primaria.
El proceso de aprendizaje transita por tres dimensiones íntimamente ligadas entre sí, interdependientes, cíclicas y necesarias:
Cualquier fracción o inconsistencia en este proceso hace peligrar el aprendizaje y propicia pérdida de recursos (sobre todo, tiempo).
En algunos sistemas educativos se enfatiza desequilibradamente la evaluación, bajo la obsesión de medir y dar a la estadística el control total del sistema.
La evaluación no es el final del proceso sino un factor de planeación: descubre áreas de mejora, cambio de procesos, análisis de materiales, revisión de ritmos. Es una herramienta para personalizar el aprendizaje; reactiva todo el sistema en un bucle de mejora.
Las tres etapas del aprendizaje son importantes, pero la intervención educativa obliga a la planeación y a la evaluación a servirla y orientarla.
La plataforma Habilmind propone la evaluación (diagnóstico) como un ingrediente de la planeación académica que ayuda a los educadores (padres y profesores) a establecer puntos de partida reales para proyectar objetivos (a dónde se quiere/puede llegar en un aprendizaje).
Para Habilmind, un diagnóstico hace la función de un GPS en el aprendizaje: define posiciones actuales, establece metas, acota caminos y medios de transporte eficientes. Es un navegador.
Un buen funcionamiento depende de ciertas condiciones que aseguran su funcionamiento. Una de las más importantes es la oportunidad, que es el objetivo de este pequeño artículo.
Oportunidad: es una condición fundamental, de la que derivan las siguientes. El niño/adolescente es muy situacional, pues su tiempo mental es volátil y su dimensión es concreta y presente. Por esta razón, es importante:
La selección del momento de aplicación de una herramienta de diagnóstico. El ambiente emocional externo e interno del niño/adolescente matiza el resultado y puede distorsionar las conclusiones. Otros elementos contextuales son: el cansancio físico o mental, la percepción que tiene el niño/adolescente de la utilidad o amenaza de la herramienta de diagnóstico (“¿para qué? ¿Por qué? Con respecto a esta prueba), la connotación emocional del aplicador de la herramienta de diagnóstico.
Antes de los 10 años de edad, los procesos mentales están en camino de consolidarse como patrones de pensamiento. Cualquier diagnóstico anterior a esta edad es, por esta razón, volátil e inestable. En la mayoría de los sistemas educativos del primer mundo educativo, evitan la evaluación formal antes de esta edad y se centran en la evaluación a través de la ejecución de cada niño/a, en la formación de un sano autoconcepto que permita afrontar los retos de una prueba sin interferencias interiores que deformen el funcionamiento intelectual.
Antes de los 10 años de edad, la aplicación de diagnósticos cognitivos, emocionales y sociales dependen de la comprensión y seguimiento de instrucciones de los niños. Es muy probable que si no se asegura este pre-requisito, el resultado del diagnóstico tenga desviaciones importantes en los resultados. Por esta razón, es indispensable que la aplicación de una prueba esté dirigida en pequeños grupos -a veces, tiene que ser individual- por personal preparado profesionalmente para asegurar las condiciones adecuadas para la evaluación.
El diagnóstico en el proceso del aprendizaje es solo una parte y es subsidiaria de la intervención educativa: si nos pesamos 10 veces al día, pero no cambiamos nuestros hábitos de vida, de nada sirve la información de la báscula.
La evaluación adecuada tiene como condición fundamental la oportunidad: tiempo, contexto y seguridad de la aplicación.
Habilmind y Santillana proponen recursos, materiales e información basada en investigaciones para hacer de la educación una ciencia.
Por Isauro Blanco
Director pedagógico de Habilmind